Roma, la Ciudad Eterna, se alza majestuosa a orillas del río Tíber, un testamento de siglos de historia, poder e influencia. Pero, ¿cómo nació esta urbe que llegó a dominar un vasto imperio? Sus orígenes, envueltos en la bruma de la leyenda y la arqueología, son un fascinante tapiz que entrelaza relatos míticos con evidencias históricas.
La Leyenda Fundacional: Rómulo y Remo
La historia más conocida de la fundación de Roma es la de los hermanos gemelos Rómulo y Remo, inmortalizada por autores como Virgilio y Tito Livio. Según la leyenda, estos eran hijos de Rea Silvia, una vestal, y del dios Marte. Abandonados en una cesta en el río Tíber por orden de su tío abuelo Amulio, quien temía que le arrebataran el trono de Alba Longa, fueron milagrosamente rescatados y amamantados por una loba (la famosa Loba Capitolina) y criados por un pastor y su esposa.
Al crecer, Rómulo y Remo restauraron a su abuelo Numitor en el trono de Alba Longa y decidieron fundar su propia ciudad en el lugar donde habían sido encontrados. Sin embargo, una disputa sobre quién debía dar nombre a la nueva urbe y quién sería su rey llevó a un fatal desenlace. Rómulo, tras un auspicio favorable, trazó el surco fundacional de la ciudad (el pomerium). Remo, burlescamente, saltó sobre este surco, una afrenta que Rómulo castigó con la muerte, proclamando: «Así perezca todo aquel que ose traspasar mis muros».
Así, Rómulo se convirtió en el primer rey de Roma, que según la tradición fue fundada el 21 de abril del 753 a.C. Para poblar su nueva ciudad, Rómulo habría ofrecido asilo a fugitivos, exiliados y aventureros, y para obtener esposas para sus hombres, llevó a cabo el famoso «Rapto de las Sabinas», un episodio que, tras un conflicto, culminó en la unión de romanos y sabinos.
Las Evidencias Arqueológicas y la Realidad Histórica
Aunque la historia de Rómulo y Remo es cautivadora, la arqueología y la historiografía moderna ofrecen una perspectiva más fundamentada sobre los orígenes de Roma. No hay un «día de fundación» único y dramático, sino un proceso gradual de asentamiento y unificación.
Las excavaciones arqueológicas en el Palatino, una de las siete colinas de Roma, han revelado restos de cabañas y cerámica que datan de la Edad del Bronce tardía y la Edad del Hierro temprana (aproximadamente entre los siglos X y VIII a.C.). Esto sugiere la existencia de pequeñas aldeas latinas que, con el tiempo, fueron creciendo y fusionándose.
Se cree que la ubicación de Roma, en un vado del Tíber y en un cruce de rutas comerciales (especialmente de la sal), era estratégicamente ventajosa. Las colinas ofrecían defensa natural y el río permitía el transporte y el acceso al mar Tirreno.
La Influencia Etrusca
Un factor crucial en la formación de Roma fue la influencia de los etruscos, una civilización avanzada que habitaba al norte del Lacio. Durante el siglo VII y VI a.C., los etruscos ejercieron una notable hegemonía sobre la región, y Roma cayó bajo su órbita cultural y política.
Se cree que varios de los últimos reyes de Roma, como Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio, eran de origen etrusco o estaban fuertemente influenciados por esta cultura. Durante este período, Roma experimentó un considerable desarrollo urbano: se desecó el Foro (que antes era una zona pantanosa), se construyó la Cloaca Máxima (un sistema de alcantarillado), y se levantaron templos y edificios públicos. La adopción de elementos etruscos como el alfabeto (adaptación del griego), la toga, los fasces (símbolo de autoridad) y ciertas prácticas religiosas fue fundamental en la conformación de la identidad romana.
La Transición a la República
La tradición romana relata que la monarquía etrusca llegó a su fin en el año 509 a.C. con la expulsión de Tarquinio el Soberbio, un tirano cuya crueldad y la afrenta a Lucrecia (que se suicidó tras ser violada por el hijo del rey) provocaron una revuelta liderada por figuras como Lucio Junio Bruto. Este evento marcó el inicio de la República Romana, un sistema de gobierno que, a lo largo de los siglos, expandiría el poder de Roma por todo el Mediterráneo.
Conclusión
Los orígenes de Roma son una fascinante amalgama de mitología y hechos históricos. Si bien la épica historia de Rómulo y Remo ha perdurado en la imaginación colectiva, la arqueología nos revela un proceso más gradual de asentamiento, crecimiento y fusión de comunidades latinas, fuertemente influenciadas por la avanzada civilización etrusca. De estas humildes raíces, y a través de una combinación de ingenio, militarismo y organización, emergió la civilización romana, cuyo legado perdura hasta nuestros días.