El Coliseo, o Anfiteatro Flavio, es sin duda uno de los monumentos más icónicos y grandiosos de la antigua Roma. Su imponente estructura ha resistido el paso de los siglos, sirviendo como un testamento silencioso de la ingeniería, el poder y, a menudo, la brutalidad del Imperio Romano. Sin embargo, su historia está entrelazada con la figura de uno de los emperadores más controvertidos: Nerón, y una supuesta «maldición» que, aunque legendaria, añade un velo de dramatismo a su origen.
Un Símbolo de Poder y Entretenimiento
La construcción del Coliseo comenzó bajo el emperador Vespasiano en el año 72 d.C. y fue completada por su hijo Tito en el año 80 d.C., con modificaciones posteriores realizadas por Domiciano. Su propósito principal era servir como un vasto escenario para espectáculos públicos, incluyendo combates de gladiadores, cacerías de animales salvajes (venationes), ejecuciones públicas e incluso recreaciones de batallas navales (naumaquias), para las cuales se inundaba la arena.
Con una capacidad estimada entre 50.000 y 80.000 espectadores, el Coliseo era una maravilla arquitectónica. Sus cuatro niveles, construidos con hormigón y arena, y revestidos de travertino, mármol y ladrillo, albergaban una compleja red de pasillos, rampas y túneles subterráneos (el hipogeo) para el movimiento de animales, gladiadores y escenografía. Era una obra diseñada para impresionar y controlar a las masas, ofreciendo «pan y circo» para mantener la estabilidad social.
La Sombra de Nerón: El Origen de la «Maldición»
Para entender la supuesta «maldición de Nerón» y su conexión con el Coliseo, debemos retroceder a los años previos a su construcción. Tras el devastador Gran Incendio de Roma en el año 64 d.C., que arrasó gran parte de la ciudad, el emperador Nerón aprovechó la oportunidad para construir un palacio extravagante y colosal: la Domus Aurea (Casa Dorada).
Este complejo palaciego se extendía por una vasta área en el corazón de Roma, incluyendo el terreno donde hoy se asienta el Coliseo. En el centro de su Domus Aurea, Nerón mandó construir un enorme lago artificial y, lo más notorio, una gigantesca estatua de bronce de sí mismo, de unos 30 metros de altura, conocida como el «Coloso de Nerón». Esta megalomanía y el acaparamiento de tierras públicas generaron un profundo resentimiento entre el pueblo romano.
Tras la caída y suicidio de Nerón en el año 68 d.C., la dinastía Flavia, que lo sucedió, buscó distanciarse de su impopular predecesor y devolver a los ciudadanos lo que Nerón les había arrebatado. Fue Vespasiano quien decidió edificar un anfiteatro público precisamente sobre el terreno del lago artificial de la Domus Aurea. La ubicación no fue casual: era una declaración política, una forma de borrar el legado de Nerón y devolver el espacio al pueblo.
La «maldición de Nerón» no es una maldición literal en el sentido mágico, sino más bien una leyenda popular que surgió de la idea de que el Coliseo se construyó sobre el «pecado» y la «arrogancia» de Nerón. Se decía que el espíritu de Nerón, o la energía negativa de su reinado, de alguna manera persistiría en el lugar. Algunos relatos populares, especialmente en épocas posteriores, sugirieron que la construcción sobre un terreno tan asociado a la tiranía y la opulencia de Nerón traería consigo desgracias o que el Coliseo estaría «condenado» a presenciar tragedias.
Además, el nombre «Coliseo» no proviene de su tamaño original, sino del «Coloso de Nerón». Aunque la estatua fue modificada posteriormente para representar al dios Sol por los sucesores de Nerón, y finalmente fue derribada, su proximidad y la memoria de su tamaño gigantesco dieron al anfiteatro el apodo de «Coliseo», un recordatorio perenne de la figura de Nerón.