Durante siglos, exploradores, conquistadores y aventureros buscaron una ciudad donde el oro no solo era abundante, sino parte del paisaje. El Dorado, más que un lugar, se convirtió en un mito poderoso que alimentó la ambición de reyes y la ruina de cientos de hombres. Esta es su historia.
Un mito que nació del oro… y del malentendido
El origen de El Dorado no se refiere inicialmente a una ciudad, sino a un hombre: el «hombre dorado» o El Hombre de Oro. Era una ceremonia ritual practicada por los muiscas, un pueblo indígena del altiplano colombiano, en la que el nuevo cacique era cubierto con polvo de oro y lanzado a las aguas de la laguna de Guatavita como ofrenda a los dioses. Se arrojaban también joyas y piezas de oro al lago como parte del ritual.
Cuando los conquistadores españoles escucharon este relato, lo interpretaron literalmente como la existencia de una ciudad o reino hecho de oro. Así nació la obsesión.
La fiebre por encontrar El Dorado
Desde el siglo XVI, varias expediciones se lanzaron al interior de Sudamérica, convencidas de que El Dorado existía:
Gonzalo Jiménez de Quesada fundó Bogotá tras internarse en busca del mito.
Francisco de Orellana descendió el Amazonas en una expedición trágica buscando la ciudad.
Lope de Aguirre, el “Loco”, protagonizó una rebelión violenta obsesionado con encontrarla.
Sir Walter Raleigh, ya en tiempos de la reina Isabel I, recorrió el Orinoco buscando El Dorado en Guayana.
Ninguna expedición encontró la ciudad, pero muchas encontraron la muerte, la ruina o el escarnio.
Más que oro: poder, codicia y locura
La leyenda de El Dorado simboliza el choque entre culturas: mientras los pueblos originarios concebían el oro como símbolo espiritual, para los europeos era señal de riqueza y poder.
Con el tiempo, el mito fue desplazándose: primero se situó en Colombia, luego en Venezuela, después en la cuenca amazónica o incluso en los Andes peruanos. El Dorado siempre se alejaba, siempre estaba un poco más allá.
El mito que nunca muere
Hoy sabemos que El Dorado nunca existió como ciudad. Sin embargo, su historia sigue fascinando: ha inspirado libros, películas, videojuegos y teorías de todo tipo.
La laguna de Guatavita fue drenada en parte en el siglo XVI y luego en el XIX buscando los tesoros sumergidos, hallándose algunas piezas pero no la riqueza fabulosa esperada.
Y sin embargo, el mito persiste. Porque El Dorado no es tanto un lugar como una idea: la del paraíso perdido, la riqueza inalcanzable, la promesa de algo mejor. Y esa, quizá, es la leyenda más poderosa de todas.